Noche de año nuevo.
Aquella noche de año nuevo tuve como de costumbre la típica reunión
familiar a la cual estaba acostumbrado cuando estaba en en mi cuerpo
original de hombre. Ese mismo con el cual había venido al mundo hacía 23
años. Ahora deambulando en esta bellísima anatomía femenina la
perspectiva de mi vida había cambiado en más de 180 grados. Esta
nueva vida que llevaba se ponía complicada pero a la vez mucho , pero
mucho más entretenida. Ni siquiera la visita de mi hermana y mi cuñado
junto a mi único sobrino a la casa de mis padres parecían complicar lo
que comenzaba a vivir. Para todo mi entorno cercano, esto que me estaba
pasando y que solo yo sabía, era de lo más natural. Para todos ellos;
yo, Alejandro Albanez toda mi vida había sido; Alejandra Albanez, una
mujer. Las problemas que provocaban el desequilibrio venían mas bien
desde afuera del ámbito familiar y esto pude comprobarlo cuando pasada
la media noche después de los tradicionales abrazos, posteriores
brindis y buenos deseos en que se le daba la bienvenida al nuevo año,
recibí la llamada de Rafael invitándome a salir.
Rafael insistía
en que nos viéramos esa noche aprovechando la ausencia de Jaime que en
esta nueva vida era mi novio, el cual, se encontraba trabajando en los
tradicionales turnos de faenas mineras muy lejos de nuestra ciudad. Le
insistí que esto no era correcto que lo que había pasado entre nosotros a
escondidas de Jaime , no debería haber ocurrido nunca y menos podía
volver a repetirse, pero el con esa altanería de siempre me decía cosas
morbosas recordándome lo bien que la habíamos pasado unas noches atrás,
mientras Jaime dormía su borrachera. En mi nueva faceta femenina, esto
me producía una sensación de deseos de seguir experimentándolas. La
curiosidad por seguir sintiéndome mujer en todo mi esplendor, me
provocaba una excitación incontrolable; por lo que por una razón
inexplicable, no podía negarme y esas debilidades propias de mi nueva
persomalidad, Rafael parecía saberlas y aprovecharlas muy bien.
Con la llegada de algunos familiares esa noche logré escabullirme y
salir con la excusa de que me habían invitado unas amigas, para
reunirnos en una de sus casas en la cual compartiríamos un rato. Con
cierto grado de nerviosismo salí a la calle vestido con aquel
trajecito blanco y corto con el que había esperado el nuevo año y al
sentir el aire que se colaba por debajo de este, refrescando mis muslos y
mi sexo sentí esa sensación de desnudez a lo que en toda mi vida, mi
cuerpo de hombre no estaba acostumbrado, pero que ahora me fascinaba.
Al principio me oponía a vestir demasiado femenina Pero ahora que ya
me había acostumbrado a deambular en este cuerpo de mujer, había
decidido que me vestiría como tal y que no dudaría en usar todas esas
prendas con las cuales cuando era hombre veía que a las mujeres las
hacía lucir esa sensualidad que me hacían despertar los deseos. Esos
mismos deseos que ahora yo disfrutaba al verlos despertar en otros
hombres. De tan solo imaginar lo que yo les provocaba, sentía unos
cosquilleos entre las piernas al ser todo eso nuevo para mí, lo
disfrutaba como si fuera un juguete nuevo.
Tomé un taxi con el fin
de que ningún vecino curioso me viera subir a la camioneta de Rafael
que me esperaba ceca de allí. Cuando al fin nos reunimos el sonrió
satisfecho, sabiendo lo poco y nada que le había costado convencerme, me
tomo la barbilla e intentó besarme yo me le corrí hacia atrás.
-¿Qué te pasa? ¿no te gusto? – Me preguntó.
¿Qué podía haberle respondido en ese momento? Una verdad que era solo
mía. Una verdad que nadie me creería. Decirle que era un hombre en el
cuerpo de una mujer que desde hacía una semana atrás había despertado
como tal y que a nadie le extrañaba todo esto que se estaba dando.
Todos incluido el y mi supuesto novio, parecían creer que yo toda mi
vida había sido una mujer. Hasta las fotografías familiares de mi hogar,
de mi Facebook y las de todo los que de una u otra manera se
relacionaban conmigo a lo largo de mi supuesta vida lo confirmaban. O
sea que aquí, el único loco que no se convencía que era una “apetecible
nenita” era yo. Podía mirarme en la penumbra del espejo retrovisor la
poco visible figura de mi bello rostro femenino comprobando que cada
mueca coqueta que le hacia era mi fiel reflejo plasmado en el y aun así
no me convencía del todo. Aquellos pensamientos fueron interrumpidos al
sentir la mano intrusa de Rafael que se deslizaba subiendo por mis
muslos.. Junte las piernas de prisa atrapando sus dedos entre ellas.
Entonces volvió a intentar besarme quise frenarme nuevamente pero una
nueva sensación me hizo aceptar sus labios que ya se posaban
refregándose con los míos. Cerré los ojos para no verlo y traté de
concentrarme. “Ahora soy mujer” me repetí en mi subconsciente y sentía
su lengua que buscaba toda efusiva la mía.”Dios mío, me están gustando
su besos, ¿Qué es lo que me está sucediendo?” Durante toda mi vida de
hombre fueron tan pocas las veces que logré seducir una mujer y a hora
era tan fácil de ser “seducida “ como tal. Me sentía vulnerable a los
encantos masculinos de este tipo que me envolvía en una magia de placer
desmedida sintiendo sus manos que estrujaban mis pechos que se
endurecían como pidiendo ser devorados por esa boca que no dejaba de
besarme.
- Mi amor como me excitas. Es algo que no puedo controlar.- Me dijo-
Guardé silencio, solo se me salían unos incontenibles gemidos mientras
mi respiración y la de él se aceleraban. Pensé que el pobre, debería
tener una erección enorme y el solo imaginarme tal cosa, sentí como que
unas gotitas emanaban de mi vagina empapando el “colales” amarillo
elegido para usar como cábala para la buena suerte, según la tradición,
aquella noche de fin de año.
Entonces él puso en marcha la
camioneta y nos alejamos del lugar. En el trayecto me hizo saber que
iríamos a un lugar más tranquilo De los puros nervios no quise preguntar
a donde, pero poco a poco que fuimos avanzando por la ruta que habíamos
tomado me di cuenta que nos dirigíamos hacia el sector de los moteles.
Todo esto aumentó mi cuota de nervios, estaba viviendo lo que debía
sentir una mujer cuando iba a un sitio sabiendo lo que le esperaba. Esa
sensación me excitó aun más y volví a sentir como se me humedecía la
concha como si una gotitas de “pis” emanaran de una manera inevitable
de ella. De ves en cuando le observaba su rostro iluminado por las
luces de los focos de la calle y la de las luces de los otros vehículos
que encontrábamos de frente mientras avanzábamos rumbo a nuestro
destino. Me volví a pregunta si era correcto enfilar mi vida en estas
acciones aprovechándome de este cuerpo que algún conjuro mágico me
había ocasionado cambiando el rumbo de mi vida. Pero la verdad era
esta. Quería experimentar, quería sentir lo que sentiría una mujer de
verdad y si la situación se había dado de esta manera, entonces la
disfrutaría como tal e imaginé cuantos transexuales o travestis
desearían estar en mi lugar y vivir esta fantasía por muchos soñada. Ya
sabía que este cuerpo reaccionaba como hembra, lo había comprobado
después de una semana de estar habitando en él. Poco a poco había
aprendido a conocerlo . Sentía como que si el (mi cuerpo) me guiara y
no yo a él. Caminaba, hablaba, hasta había menstruado como mujer.
Definitivamente era una hembra completa.
-Mira, te traje al mismo lugar de siempre- Me dijo él, mientras entrábamos a una zona de cabañas.- A ti te gusta este motel.
¿Pero de que mierda hablaba? Nunca había estado en ese lugar. Pero al
parecer si. Que difícil era poder entender todo aquello. Había una
parte de esta vida que desde una semana hacia atrás, no venía en la
memoria de este nuevo cuerpo, la cual era desconocida para mí. Me
temblaban las piernas cuando descendí de la camioneta mientras Rafael me
tomaba de la mano conduciéndome al sitio elegido. Traté de que
entráramos lo más rápidamente a la habitación alquilada. Una vez allí
respiré un poco más tranquilo, ya que los nervios seguían consumiéndome
Cuando me ofreció el trago de cortesía, lo acepté en forma gustosa y me
lo tomé de un suspiro mientras el pedía más licor por el citófono.
Me dirigí al baño y me hice un breve aseo vaginal después de orinar,
una vez que salí el hizo lo propio. En ese momento golpearon una
ventanilla en donde sin vernos los rostros una persona dejó una botella
de pisco y un par de latas de coca cola las cuales preparé muy cargadas
al alcohol mientras Rafael volvía del sanitario.
Volví a beber y
una vez que prácticamente sequé el vaso sintiendo como el licor me
hacía un rápido efecto. Rafael me imitó para luego abrazarme por la
cintura atrayéndome hacia él. Podía ver mi bello cuerpo en los espejos
esparcidos por las paredes observándome atrapada en sus enormes brazos.
Fue una escena que me excitó. Esa preciosa muñequita en los brazos de
aquel hombre reflejada allí era yo.
Me empujó hacia la cama
mientras me besaba sintiendo su enorme peso sobre mí. Ahora ya no daría
marcha atrás. Esa noche sería suya, volvería a ser su mujer y le
disfrutaría a rabiar.
CONTINUARA
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