miércoles, 30 de julio de 2014

Metamorfosis de hombre a mujer Capitulo 16


Foto: Metamorfosis de hombre a mujer
Capitulo 16
En la playa.
Jaime se fue  a trabajar nuevamente, Ese día previo a  su partida fuimos  a  la playa. Era mi primera vez que lucia un bikini en publico. Debo confesar que  me  sentía muy nervioso debido  a  la situación que  enfrentaba en ese instante tan poco común para mi:  A pesar que con el transcurso de los días que llevaba en este cuerpo de mujer, cada día que  pasaba me acomodaba más a  esta faceta femenina. El asunto es que me puse unos de los 3 bikinis  que  había en mi guarda ropas. Como quería romper con todas las trancas que  me agobiaban por no querer afrontar mi feminidad,  decidí vestir con  uno bastante provocativo, con el único fin de  reafirmar mi condición de mujer. Antes  de salir de casa y con esa ropa de baño puesta, me tomé una fotografía  en el espejo con el fin de ver con más calma como me lucía esa diminuta prenda  en este descomunal cuerpo del cual era absolutamente dueña. Me  sentí satisfecho de ver lo linda que me  veía  para la ocasión.   Miraba jubiloso mi trasero reflejándose en el espejo como me resaltaban unas imponentes nalgas firmes y torneadas cubiertas solo en su intimidad por esa coqueta tanguita elegida para la ocasión . Me di vueltas y jugué con la parte delantera de la tela visualizando eufórico como también apenas se ocultaba mi sexo femenino depilado en las partes visibles cuya pieza del bikini no alcanzaría  a cubrir. Ese sexo que ya me había entregado más de un deleite en las  lides  del amor, haciéndome sentir una mujer de verdad. Mis  senos también me hacían sentir “segura” de mi nueva condición, se ajustaban a  mi anatomía casi perfectamente. Me hubiese querido seguir contemplando todo el tiempo del mundo admirando la belleza que transmitía el espejo testigo de mi enigmática transformación de la cual no llegaba a comprender, pero la playa y Jaime me esperaban. Mientras no dejaba de contemplarme me vestí con un short  vaquero y playera antes de salir de la habitación.
Tantas veces   estando en la playa  veía pasar hermosas chicas vestidas con sus  trajes  de baños luciendo sus encantos recibiendo nuestra admiración. Ahora era yo quien recibía esas miradas de  deseos al pasear por la arena tomada de la  mano de Jaime que me lucía orgulloso como a un trofeo en su poder.  Mas orgullo debe haber sentido cuando estando yo boca abajo en la arena se  atrevía  pasarme  la loción bloqueadora por mi piel. Me  sentí sonrojar y creo haber lanzado un pequeño gemido de excitación al sentir la yema de  sus dedos recorrer mis casi desnudas nalgas cubriéndome de aquella crema con una delicadeza que me emocionaba. El sin duda, en su interior se vanagloriaba de tener la fortuna de poder tocar estas nalgas tan bien formadas que el extraño conjuro me había otorgado al haberme convertido sin saber como, en una exquisita mujer.
El agua del mar al mojarme la ropa de baño me devolvía la inseguridad. Me  sentía desnuda y le preguntaba a   Jaime si se me notaba algo de mi intimidad o si se traslucía algo más  de la cuenta con lo empapado de mi bikini.
Jaime  me sonreía, me abrazaba y me besaba dándome esa tranquilidad que  me reconfortaba.
-Te ves preciosa.
Si, de seguro que me veía insultantemente deseable, ahora sabía lo que era ser una mujer objeto.  Presentía  que unas cuantas miradas estaban pendientes de mí y que más de algún comentario obsceno se haría hacia  mi persona y esto incluía al grupo de amigos al que nos acompañaba y verlos ahí junto a nosotros a todas esas personas que conocí en mi faceta de hombre me hacía sentir muy incomodo sobre todo en la forma en que se me trataba. Sentía, a la vez, las ganas de volver a  ser el tipo que era: Sin la suerte ni el atractivo del que ahora era dueño, pero al menos sería yo.
Me amarré un” pareo” a la cintura y me fui a caminar por la orilla de la playa quizás para reflexionar sobre mi nueva vida de mujer analizando las cosas que había ganado y perdido después de todo lo que me había sucedido tras esta transformación de mi cuerpo y sexo del que no comprendía ni sabía.  Mas de algún tipo me dijo alguna “pesadez” mientras caminaba. Esto me daba la seguridad que mi imagen había cambiado para bien. Me habían ofrecido un nuevo trabajo en la capital con un  sueldo mucho mas elevado gracias  a mi intervención en la última reunión bancaria de la empresa. La diosa fortuna parecía sonreírme; la  misma que nunca me sonrió en mi cuerpo de hombre.
Llegué cerca de unos roqueríos y miré  a la distancia como Jaime se entretenía con sus  amigos jugando a las “paletas de playa”. Me senté en una gran roca mientras contemplaba las olas. La brisa jugueteaba con mi pelo mientras abrazaba mis rodillas evocando las últimos días que habían cambiado mi destino repentinamente. “Ahora soy una mujer”, me repetía a mismo. “Debo acostumbrarme  a esto”. 
Recordaba los momentos de pasión con Jaime y las de noches de infidelidad con Rafael. En tan solo unas semanas había vivido tan  intensamente, que jamás hubiese imaginado que besaría a un hombre y menos hacer el amor como toda una mujer. Pero el destino se había ensañado conmigo llevándome a  los límites de la lujuria. Ahora podía comprender las situaciones que llevan al mal denominado  “sexo débil”  a  pecar, seducida por la audacia de los hombres en las lides del amor.
Me negaba a  actuar como mujer, sin embargo algo dentro de mi quizás “arrastrada” por mi nueva composición interna y psicológica, me hacían actuar como tal. Sin embargo, si meditaba calmadamente, podía comprender que comenzaba a gustarme la nueva forma de vida. Me sentía bien usando  estas vestimentas que al lucirme en el espejo me encantaba como me quedaban y esto me entregaba una personalidad tan positiva, de la cual nunca fui afortunado de poseerla lo que siempre me había hecho actuar como un tipo tímido y de bajo perfil. Todo lo contario a  lo que era ahora , una mujer bella e  inteligente.
Me puse de pie y en algún movimiento que hice mi “pareo” se me desprendió de la cintura lo que hizo que la briza marina lo arrojara unos metros más lejos de donde me situaba en ese instante, quedando mas abajo entre unas rocas casi donde reventaban las olas. Intenté bajar por el, más no pude. Esto de ser mujer también me había quitado la habilidad que tenía antes para merodear por terrenos difíciles. Lo que me hacía moverme con tanta delicadeza, que temía lastimarme al bajar por esos peligroso roqueríos.  
Un tipo bastante atlético que apareció de la nada, bajo hábilmente por mi lado en dirección hacia mi prenda caída y en unos momentos subía con el elemento perdido en su mano. Cuando alzó su  pude ver sus ojos de “niño coqueto” por entre sus oscuras gafas que se dirigían a mi un tanto inquietos. Noté el temblor de su mano al alzarme el pareo para que se lo recibiese. Creo que las mías también temblaban de nerviosismo.
-Gracias.- le dije.
-Me llamo Franco. Franco  Polic
-¿Polic?
-Si . ese es mi   apellido.- Me dijo mientras se paraba a mi lado.
Soy Alejandra Albanez. Y nuevamente gracias.
En ese momento casi me resbalo por lo incomodo y empinado del lugar. El me tomó fuerte de la cintura para sostenerme. Tenía un cuerpo bastante atlético como el de un modelo de revista de moda, Sin querer me colgué de su cuello. Era alto casi por sobre el metro 80 de estatura Note lo fuerte de sus brazos al desprenderme de él. En ese instante sentí algo extraño en todo mi nuevo ser, algo que ahora si, era totalmente desconocido para mí. Ese cosquilleo en el vientre del que yo escuchaba que sentían los mujeres al estar cerca de alguien que les  hacían sentir cosas con su sola presencia. Lo estaba sintiendo yo ahora. Era extraño para que sucediese, quizás porque era la primera vez en esta faceta que un desconocido me tomaba así tan confianzudamente aunque fuese para ayudarme a  no perder el equilibrio. Sentí su olor a  hombre mezclado a perfume caro mientras trataba de zafarme de sus lazos buscando una ubicación más  cómoda y el gentilmente me tomó de la mano y me ayudo  a  salir del lugar sin que ambos dijéramos nada.
Una vez en un sitio firme  le volví a  dar las gracias  a  ese desconocido que por un motivo extraño sentía que había una conección más fuerte de lo que parecía.
-Quisiera volver a verte- Me dijo- ¿Te gustaría?
Le contesté afirmativamente con la cabeza. Cuando la voz de Jaime nos interrumpió.
-Debo irme le dije.- Le dije mientras miraba  a Jaime y de puro nervios el “pareo” se me volvía a soltar de la  mano cayendo en la arena
El se agacho a recogerlo y cuando se ponía de pie sentí que  sus ojos de posaron unos segundos a la altura de mi diminuta tanguita de baño. No niego que en ese momento sentí una ligera excitación en mi sexo. Mezcla de nerviosismo y deseo.
.¿Ese es tu novio?. -Me dijo.
-Si. Le contesté.. Bueno gracias.
.Alejandra- Me dijo sacándose la gafas y pude ver esos ojos oscuros que casi transmitían un lenguaje de palabras al abrirlos y cerrarlos- Tu novio es un tipo con suerte.
Solo me atreví a sonreírle y me alejé de él en dirección a Jaime que traía un rostro desencajado por los celos y tan pronto llegó a mí comenzó a recriminarme por la situación ocurrida.

ContinuaraEn la playa.
Jaime se fue a trabajar nuevamente, Ese día previo a su partida fuimos a la playa. Era mi primera vez que lucia un bikini en publico. Debo confesar que me sentía muy nervioso debido a la situación que enfrentaba en ese instante tan poco común para mi: A pesar que con el transcurso de los días que llevaba en este cuerpo de mujer, cada día que pasaba me acomodaba más a esta faceta femenina. El asunto es que me puse unos de los 3 bikinis que había en mi guarda ropas. Como quería romper con todas las trancas que me agobiaban por no querer afrontar mi feminidad, decidí vestir con uno bastante provocativo, con el único fin de reafirmar mi condición de mujer. Antes de salir de casa y con esa ropa de baño puesta, me tomé una fotografía en el espejo con el fin de ver con más calma como me lucía esa diminuta prenda en este descomunal cuerpo del cual era absolutamente dueña. Me sentí satisfecho de ver lo linda que me veía para la ocasión. Miraba jubiloso mi trasero reflejándose en el espejo como me resaltaban unas imponentes nalgas firmes y torneadas cubiertas solo en su intimidad por esa coqueta tanguita elegida para la ocasión . Me di vueltas y jugué con la parte delantera de la tela visualizando eufórico como también apenas se ocultaba mi sexo femenino depilado en las partes visibles cuya pieza del bikini no alcanzaría a cubrir. Ese sexo que ya me había entregado más de un deleite en las lides del amor, haciéndome sentir una mujer de verdad. Mis senos también me hacían sentir “segura” de mi nueva condición, se ajustaban a mi anatomía casi perfectamente. Me hubiese querido seguir contemplando todo el tiempo del mundo admirando la belleza que transmitía el espejo testigo de mi enigmática transformación de la cual no llegaba a comprender, pero la playa y Jaime me esperaban. Mientras no dejaba de contemplarme me vestí con un short vaquero y playera antes de salir de la habitación.
Tantas veces estando en la playa veía pasar hermosas chicas vestidas con sus trajes de baños luciendo sus encantos recibiendo nuestra admiración. Ahora era yo quien recibía esas miradas de deseos al pasear por la arena tomada de la mano de Jaime que me lucía orgulloso como a un trofeo en su poder. Mas orgullo debe haber sentido cuando estando yo boca abajo en la arena se atrevía pasarme la loción bloqueadora por mi piel. Me sentí sonrojar y creo haber lanzado un pequeño gemido de excitación al sentir la yema de sus dedos recorrer mis casi desnudas nalgas cubriéndome de aquella crema con una delicadeza que me emocionaba. El sin duda, en su interior se vanagloriaba de tener la fortuna de poder tocar estas nalgas tan bien formadas que el extraño conjuro me había otorgado al haberme convertido sin saber como, en una exquisita mujer.
El agua del mar al mojarme la ropa de baño me devolvía la inseguridad. Me sentía desnuda y le preguntaba a Jaime si se me notaba algo de mi intimidad o si se traslucía algo más de la cuenta con lo empapado de mi bikini.
Jaime me sonreía, me abrazaba y me besaba dándome esa tranquilidad que me reconfortaba.
-Te ves preciosa.
Si, de seguro que me veía insultantemente deseable, ahora sabía lo que era ser una mujer objeto. Presentía que unas cuantas miradas estaban pendientes de mí y que más de algún comentario obsceno se haría hacia mi persona y esto incluía al grupo de amigos al que nos acompañaba y verlos ahí junto a nosotros a todas esas personas que conocí en mi faceta de hombre me hacía sentir muy incomodo sobre todo en la forma en que se me trataba. Sentía, a la vez, las ganas de volver a ser el tipo que era: Sin la suerte ni el atractivo del que ahora era dueño, pero al menos sería yo.
Me amarré un” pareo” a la cintura y me fui a caminar por la orilla de la playa quizás para reflexionar sobre mi nueva vida de mujer analizando las cosas que había ganado y perdido después de todo lo que me había sucedido tras esta transformación de mi cuerpo y sexo del que no comprendía ni sabía. Mas de algún tipo me dijo alguna “pesadez” mientras caminaba. Esto me daba la seguridad que mi imagen había cambiado para bien. Me habían ofrecido un nuevo trabajo en la capital con un sueldo mucho mas elevado gracias a mi intervención en la última reunión bancaria de la empresa. La diosa fortuna parecía sonreírme; la misma que nunca me sonrió en mi cuerpo de hombre.
Llegué cerca de unos roqueríos y miré a la distancia como Jaime se entretenía con sus amigos jugando a las “paletas de playa”. Me senté en una gran roca mientras contemplaba las olas. La brisa jugueteaba con mi pelo mientras abrazaba mis rodillas evocando las últimos días que habían cambiado mi destino repentinamente. “Ahora soy una mujer”, me repetía a mismo. “Debo acostumbrarme a esto”.
Recordaba los momentos de pasión con Jaime y las de noches de infidelidad con Rafael. En tan solo unas semanas había vivido tan intensamente, que jamás hubiese imaginado que besaría a un hombre y menos hacer el amor como toda una mujer. Pero el destino se había ensañado conmigo llevándome a los límites de la lujuria. Ahora podía comprender las situaciones que llevan al mal denominado “sexo débil” a pecar, seducida por la audacia de los hombres en las lides del amor.
Me negaba a actuar como mujer, sin embargo algo dentro de mi quizás “arrastrada” por mi nueva composición interna y psicológica, me hacían actuar como tal. Sin embargo, si meditaba calmadamente, podía comprender que comenzaba a gustarme la nueva forma de vida. Me sentía bien usando estas vestimentas que al lucirme en el espejo me encantaba como me quedaban y esto me entregaba una personalidad tan positiva, de la cual nunca fui afortunado de poseerla lo que siempre me había hecho actuar como un tipo tímido y de bajo perfil. Todo lo contario a lo que era ahora , una mujer bella e inteligente.
Me puse de pie y en algún movimiento que hice mi “pareo” se me desprendió de la cintura lo que hizo que la briza marina lo arrojara unos metros más lejos de donde me situaba en ese instante, quedando mas abajo entre unas rocas casi donde reventaban las olas. Intenté bajar por el, más no pude. Esto de ser mujer también me había quitado la habilidad que tenía antes para merodear por terrenos difíciles. Lo que me hacía moverme con tanta delicadeza, que temía lastimarme al bajar por esos peligroso roqueríos.
Un tipo bastante atlético que apareció de la nada, bajo hábilmente por mi lado en dirección hacia mi prenda caída y en unos momentos subía con el elemento perdido en su mano. Cuando alzó su pude ver sus ojos de “niño coqueto” por entre sus oscuras gafas que se dirigían a mi un tanto inquietos. Noté el temblor de su mano al alzarme el pareo para que se lo recibiese. Creo que las mías también temblaban de nerviosismo.
-Gracias.- le dije.
-Me llamo Franco. Franco Polic
-¿Polic?
-Si . ese es mi apellido.- Me dijo mientras se paraba a mi lado.
Soy Alejandra Albanez. Y nuevamente gracias.
En ese momento casi me resbalo por lo incomodo y empinado del lugar. El me tomó fuerte de la cintura para sostenerme. Tenía un cuerpo bastante atlético como el de un modelo de revista de moda, Sin querer me colgué de su cuello. Era alto casi por sobre el metro 80 de estatura Note lo fuerte de sus brazos al desprenderme de él. En ese instante sentí algo extraño en todo mi nuevo ser, algo que ahora si, era totalmente desconocido para mí. Ese cosquilleo en el vientre del que yo escuchaba que sentían los mujeres al estar cerca de alguien que les hacían sentir cosas con su sola presencia. Lo estaba sintiendo yo ahora. Era extraño para que sucediese, quizás porque era la primera vez en esta faceta que un desconocido me tomaba así tan confianzudamente aunque fuese para ayudarme a no perder el equilibrio. Sentí su olor a hombre mezclado a perfume caro mientras trataba de zafarme de sus lazos buscando una ubicación más cómoda y el gentilmente me tomó de la mano y me ayudo a salir del lugar sin que ambos dijéramos nada.
Una vez en un sitio firme le volví a dar las gracias a ese desconocido que por un motivo extraño sentía que había una conección más fuerte de lo que parecía.
-Quisiera volver a verte- Me dijo- ¿Te gustaría?
Le contesté afirmativamente con la cabeza. Cuando la voz de Jaime nos interrumpió.
-Debo irme le dije.- Le dije mientras miraba a Jaime y de puro nervios el “pareo” se me volvía a soltar de la mano cayendo en la arena
El se agacho a recogerlo y cuando se ponía de pie sentí que sus ojos de posaron unos segundos a la altura de mi diminuta tanguita de baño. No niego que en ese momento sentí una ligera excitación en mi sexo. Mezcla de nerviosismo y deseo.
.¿Ese es tu novio?. -Me dijo.
-Si. Le contesté.. Bueno gracias.
.Alejandra- Me dijo sacándose la gafas y pude ver esos ojos oscuros que casi transmitían un lenguaje de palabras al abrirlos y cerrarlos- Tu novio es un tipo con suerte.
Solo me atreví a sonreírle y me alejé de él en dirección a Jaime que traía un rostro desencajado por los celos y tan pronto llegó a mí comenzó a recriminarme por la situación ocurrida.

Continuara

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