lunes, 29 de septiembre de 2014

METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER Capitulo 17



Me gusta esto que me ha pasado.





Esa mañana llegué como de costumbre a la oficina, vistiendo ese traje de ejecutiva que me daba un aspecto de mujer seria y culta. Era de todos modos la imagen que me gustaba transmitir sobre todo en mi horario laboral. Había pasado ya casi un mes desde que había despertado aquella mañana convertida hasta ahora sin saber como ni porque convertida en una bellisima mujer; después de haber pasado 23 años de mi vida siendo un hombre.
Me había comenzado acostumbrar a ser y a comportarme como una “nenita”, ya poco y nada me costaba arreglarme y maquillarme gracias a la siempre incondicional ayuda de mi madre y de mi amiga Marcela. Ni siquiera ellas sabían de mi enigmático secreto. Sabía que era mejor guardar silencio con respecto a esta misteriosa transformación si les narraba lo que me había sucedido, pensarían que estaría “loca” de remate y quizás podría hasta terminar en un manicomio. Como casi nada de mi historial de vida en mis 23 años de existencia se había alterado excepto mi cambio de sexo y lo que ello conllevaba prácticamente todo seguía igual tal como se los narré en capítulos anteriores.
Me sentía super femenina y me agradaba sentirme así me daba una seguridad de la cual en mi anterior estado, siempre había carecido. Comenzaba a sentir que todo lo sucedido había sido después de todo una verdadera bendición divina y quedarme en este estado, parecía ser lo mejor para mí.
Rafael, mi amante, con el cual había estado engañando a mi novio Jaime; me había dejado de acosar en los últimos días, lo cual, me daba una cuota de mayor tranquilidad. No quería caer en el plano sucio de la traición, pensaba que si iba a tomar el papel de una mujer, lo mejor era comportarme como una respetable jovencita. Lo había evitado con mucho esfuerzo. No le contestaba sus llamadas ni los mensajes “hot” que me enviaba por “facebook” o por texto a mi celular. Si bien al principio había caído “rendida” a su brazos creo que lo había hecho por curiosidad para ir conociendo lo que se sentía estar en lugar de una mujer en aquellos momentos íntimos. Otro motivo también debe haber sido que aún no aprendía a controlar las hormonas femeninas que pululaban revolucionadas por este cuerpo en el cual yo ahora habitaba. Nunca supe controlarme ante la seducción de Rafael. El haber tenido sexo con él debo reconocer que había sido una experiencia demasiado excitante en mi nueva vida como mujer.
Jaime por su parte estaba también complicándome mi corta existencia femenina. El tener que cumplir el papel de su infiel novia era una tarea que se me complicaba bastante. Claramente no había forma tal de que yo estuviese “enamorada” de él. Aunque yo lo conocía desde toda mi vida, cuando ambos, éramos los amigos y compinches propios de la pubertad y adolescencia, en aquellos tiempos en los cuales yo aun habitaba en el cuerpo de un hombre. No sentía la comodidad suficiente como para encarar una vida de pareja junto a él aun siendo yo la mujer que era ahora. El tener que hacer el amor con él, era un asunto que también intentaba esquivar a duras penas. Si bien al momento de que me penetraba sexualmente para hacerme suya, me hacía gozar lo suficiente, más nunca me sentía cómodo en esa faceta de ser su mujer. En tanto que Rafael cada vez que me “culeaba” me hacía ver las estrellas con los orgasmos que me hacía conseguir ni siquiera como hombre yo había conseguido gozar tanto como lo hacía ahora envestido en esta piel de mujer.
En mi hogar las cosa eran más idénticas a la vida que llevaba anteriormente, ocupaba mi misma habitación ahora decorada mas femeninamente. Mi guardarropas, era similar pero mas repleto de ropa que tanto me gustaba como le lucían a las mujeres que yo veía deambular por las calles; solo que ahora era yo quien debía lucirlas y eso debo reconocer que me hacía sentir muy cómodamente en mi nuevo estado. El tener que ponerme ropa interior femenina me hacía sentir una excitación extraña y me encantaba mirarme al espejo y admirar lo linda que me lucían en esta figura que se me había regalado. El cocinar y tener que ayudarle a mamá en el lavado y aseo de la casa era un asunto que tampoco me incomodaba y comenzaba asimilarlo fácilmente. Aún seguía siendo el chofer del automovil de mi padre en su ausencia. En resumen en mi hogar la vida casi seguía siendo igual a como era antes de mi “metamorfosis de hombre a mujer”.
Por las noches no podía evitar jugar con mi cuerpo al sentir ese deseo caliente en mis genitales de mujer y sin darme casi cuenta sin querer comenzaba a meter mis dedos en mi humedecida conchita lo cual me producía un deleite de gocé mucho mayor al que sentía al frotar mi pene cuando habitaba en mi cuerpo de hombre. Me gustaba ser quien era ahora, ya no extrañaba nada de mi vida anterior. En estos momentos lo que estaba viviendo, era lejos lo mejor que me hubiese pasado desde que tenía uso y razón.
Jaime se había ido nuevamente a su trabajo lejos de la ciudad lo cual me daba un alivio ya que ello me ayudaba a llevar una vida mas relajada sin el apremio de tener que esquivar su aprensión y escenas de celos a los cuales me veía sujeto manteniendo esa relación de noviazgo, la cual no podía ni sabía como evitar con él.
En mi trabajo el puesto era similar al que tenía antes de todo lo sucedido, pero desde que había cambiado mi anatomía la diosa fortuna parecía sonreírme maravillosamente también en lo laboral. Acaba de ordenar mis cosas en mi escritorio aquel día lunes, como era habitual cada mañana cuando sonó el citófono de mi escritorio.
- Alejandra, por favor ven a mi oficina- Era mi jefe.
Me puse de pie inmediatamente a tiempo que le indicaba que iba en seguida temí que me pudiese reprender por haber llegado unos minutos tarde. El tener que maquillarme cada día me hacía comprender porque tardaban tanto las mujeres cada vez que se preparaban para salir. Ahora las entendía y esa era la razón por la cual en ocasiones yo también me retrasaba sin querer.
Entre a la oficina de mi jefe un tanto nervioso como siempre me solía suceder siempre cada vez que me citaba a primera hora y en privado a su despacho. Me hacía pensar siempre en el peor de los casos que algo malo en lo laboral me podría suceder. Pero mi jefe no estaba solo en aquel lugar al momento de ingresar a la sala. Sentado frente a su escritorio podía ver la figura de un hombre, Olí en el aire un perfume varonil que ya antes había sentido pero era diferente al habitual que se respiraba en esa oficina.
-Permiso- dije - Buenos días.
-Alejandra adelante, quiero presentarte a Franco Polic, el es el vicepresidente de esta firma bancaria.
Quedé sorprendido al ver que el tipo que estaba sentado y se ponía de pie para saludarme con una sonrisa muy relajada y afable era el mismo al que había conocido el día antes en la playa. Era un tipo bien parecido de alrededor de unos 30 años o algo más con el cual habíamos tenido un breve intercambio de palabras y que habíamos interrumpido cuando había aparecido Jaime quien casi jalándome del brazo me había alejado de su compañía.
-Señorita Alejandra, Nos volvemos a encontrar No sabe el gusto que me da que esto haya sucedido.- Me dijo Franco.- Veo que esta muy sorprendida.
Solo atiné a extender la mano para saludarlo y emitiendo un tímido saludo de palabra.
- Veo que ya se conocen- Dijo mi jefe.
- Si ayer tuvimos el gusto- dijo el, a tiempo que me acomodaba una silla para que me sentara.
Eso era lo otro que me encantaba de esta nueva vida; la atención que la mayoría de las personas tenían hacia mí ese trato tan gentil de los hombres me hacía sentir una cuota de sensualidad que sentía brotar del interior de mi ser. En muchas ocasiones quizás debido a la poca costumbre de sentirme así creo haber sentido humedecerse mi tanguita en situaciones como estas. Como lo que me había ocurrido unos días atrás en que conducía el automovil de mi padre y sin darme cuenta caí aun hoyo que había en un puente en mal estado por lo que la rueda trasera quedo en el aire y por mas que le aceleraba el carro para salir de aquel lugar la rueda giraba sin tocar el piso para dar el impulso necesario para salir. En cuestión de un minuto habían unos cuantos vehículos atrás que tocaban la bocina porque yo les obstruía el paso en esa dirección. Descendí del vehiculo nervioso e incomodo a raiz del problema en que me veía envuelto a sabiendas que me encontraría con las miradas acusadoras por mi poca pericia para conducir por parte de los curiosos del lugar. Tan pronto vieron mi estupenda figura femenina vestida con aquella minifalda vaquera que llevaba puesta. Se bajaron de sus vehículos para ayudarme tratándome con una amabilidad que me hacía sentir una verdadera diosa, liberándome de toda culpa por lo ocurrido.
-No se preocupe mi amor que la sacaremos en unos segundos.- Me decían.
Pensé en esos instantes que de haber sido el hombre que era, la situación hubiese sido totalmente distinta.
-Que te pasa Alejandra- Estas distraída ¿Qué te pasa hoy? –Me dijo mi jefe.
Fueron las palabras que me interrumpieron aquel recuerdo de hacía unos días atrás. Me senté acomodando mis piernas cruzadas mientras notaba la mirada hacia ellas disimuladas de parte de mi jefe y no tanto por parte de Franco que se acomodó en un sillón a mi lado.
- Franco, se lo dices tu o se lo digo yo- dijo mi jefe.
- ¿De que se trata? Me estan poniendo nerviosa.
- Alejandra - me dijo Franco girándose y mirándome a los ojos.- ¿ Estarías dispuesta a irte a la capital y trabajar en un car

Foto: METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER
Capitulo 17
Me gusta esto que  me  ha pasado.
Esa mañana  llegué como de costumbre  a  la oficina, vistiendo ese traje  de ejecutiva que  me daba un aspecto de mujer seria y culta. Era de todos modos la  imagen que me gustaba transmitir sobre   todo en  mi horario laboral. Había pasado ya casi un mes desde que  había despertado aquella mañana  convertida hasta ahora sin saber como ni porque  convertida en una  bellisima mujer;  después de haber pasado 23 años  de  mi vida  siendo un hombre.
Me había comenzado  acostumbrar a  ser y a comportarme como una  “nenita”, ya poco y nada me  costaba arreglarme y maquillarme gracias  a  la siempre incondicional ayuda de mi madre y de  mi amiga Marcela. Ni siquiera ellas  sabían de  mi enigmático secreto. Sabía que  era  mejor guardar silencio con respecto a esta misteriosa transformación si les  narraba lo que  me había sucedido, pensarían que  estaría “loca”  de remate y quizás podría  hasta terminar en un manicomio.  Como casi nada de mi historial  de vida en mis  23 años  de existencia se había alterado excepto mi cambio de sexo y lo que  ello conllevaba prácticamente todo seguía igual tal como se  los  narré  en capítulos  anteriores.
Me sentía  super femenina y me  agradaba sentirme  así me daba una seguridad de la cual en mi anterior estado, siempre había carecido. Comenzaba a  sentir que  todo lo sucedido había sido después  de todo una verdadera  bendición divina y quedarme  en este estado, parecía ser lo mejor para mí.
Rafael, mi amante, con el cual había  estado engañando a mi novio Jaime; me había dejado de acosar en  los  últimos  días,  lo cual, me daba una cuota de mayor tranquilidad.  No quería caer en el plano sucio de la traición, pensaba que  si iba a tomar el papel de una mujer, lo mejor era  comportarme como una  respetable jovencita.  Lo había evitado con mucho esfuerzo. No le contestaba sus llamadas ni los  mensajes  “hot” que  me enviaba por “facebook” o por texto a mi celular. Si bien al principio había caído “rendida” a  su brazos creo que  lo había  hecho por curiosidad para ir conociendo lo que  se  sentía estar en lugar de una mujer en aquellos  momentos íntimos. Otro motivo también debe haber sido que  aún no aprendía  a  controlar las  hormonas  femeninas que  pululaban revolucionadas por este cuerpo en el cual yo ahora habitaba. Nunca supe controlarme ante la seducción de Rafael. El haber tenido sexo con él debo reconocer que  había  sido una experiencia demasiado excitante en mi nueva vida como mujer. 
Jaime por su parte estaba también complicándome  mi corta existencia femenina. El tener que cumplir el papel de su infiel novia era una tarea que  se  me complicaba bastante. Claramente no había forma tal de que  yo estuviese “enamorada” de él. Aunque yo lo conocía  desde toda mi vida, cuando ambos, éramos  los  amigos y compinches  propios de  la pubertad y adolescencia, en aquellos tiempos en los cuales yo aun habitaba en el cuerpo de un  hombre. No sentía la  comodidad suficiente como para encarar una vida de pareja junto a él aun siendo yo la mujer que  era ahora.  El tener que  hacer el amor con él, era un asunto que  también intentaba esquivar  a  duras penas. Si bien al momento de que  me penetraba sexualmente para hacerme suya, me hacía gozar  lo suficiente, más nunca me  sentía cómodo en esa faceta de  ser su mujer.  En tanto que Rafael cada vez  que me “culeaba” me hacía ver las estrellas con los orgasmos que me hacía conseguir ni siquiera como hombre yo había conseguido gozar tanto como lo hacía ahora envestido en esta piel de mujer.
En mi hogar las cosa eran más idénticas  a la  vida que  llevaba anteriormente, ocupaba mi misma habitación ahora decorada mas femeninamente. Mi guardarropas, era similar pero mas repleto de ropa que tanto me gustaba como le  lucían a las  mujeres que  yo veía deambular por las calles; solo que  ahora era  yo quien debía lucirlas  y eso debo reconocer que me  hacía sentir muy cómodamente en mi nuevo estado.  El tener que ponerme ropa interior femenina me hacía sentir una excitación extraña y me encantaba mirarme al espejo y admirar lo linda que  me lucían en esta figura que  se  me había regalado. El cocinar y tener que  ayudarle  a mamá en el lavado y aseo de la casa era un asunto que  tampoco me  incomodaba y comenzaba asimilarlo fácilmente. Aún seguía siendo el chofer del automovil de mi padre en su ausencia. En resumen en mi hogar la vida casi seguía siendo igual a como era antes de mi  “metamorfosis de hombre a  mujer”.
Por las noches  no podía evitar jugar con mi cuerpo al sentir ese deseo caliente en mis  genitales de mujer y sin darme casi cuenta sin querer comenzaba a meter mis  dedos en mi humedecida conchita lo cual me producía un deleite de gocé  mucho mayor al que  sentía al frotar mi pene cuando habitaba en mi cuerpo de hombre. Me gustaba ser quien era  ahora, ya  no extrañaba nada de mi vida anterior. En estos  momentos  lo que  estaba viviendo, era lejos lo mejor que me hubiese pasado desde que  tenía uso y razón.
Jaime se había ido nuevamente a su trabajo lejos de la ciudad lo cual me daba un alivio ya que  ello me  ayudaba a  llevar una vida mas relajada sin el apremio de tener que esquivar su aprensión y escenas  de  celos a  los cuales  me  veía  sujeto manteniendo esa  relación de  noviazgo, la cual no podía ni sabía como evitar con él.
 En mi trabajo el puesto era similar al que tenía antes de todo lo sucedido, pero desde que  había cambiado mi anatomía la diosa  fortuna parecía sonreírme maravillosamente también en lo laboral.  Acaba de ordenar mis  cosas en  mi escritorio  aquel día lunes, como era habitual cada mañana  cuando sonó el citófono de mi escritorio.
- Alejandra, por favor ven a  mi oficina- Era mi jefe.
Me puse de pie inmediatamente a tiempo que  le indicaba que iba en seguida temí que me pudiese reprender por  haber llegado unos minutos tarde. El tener que  maquillarme cada día me  hacía comprender porque tardaban tanto las mujeres cada vez  que  se preparaban  para salir.  Ahora las entendía y esa era la razón por  la cual en ocasiones yo también me retrasaba sin querer.
Entre a  la oficina de mi jefe un tanto nervioso como siempre me solía suceder siempre cada vez  que  me citaba  a  primera hora y en privado a su despacho. Me hacía pensar siempre en el peor de los  casos que  algo malo  en lo laboral me podría suceder. Pero mi jefe  no estaba solo en aquel lugar al momento de ingresar a  la sala. Sentado frente  a su escritorio podía ver la figura de un hombre, Olí en el aire un perfume varonil que ya antes había sentido pero era diferente al habitual que se  respiraba en  esa oficina. 
-Permiso- dije -  Buenos días.
-Alejandra adelante, quiero presentarte  a  Franco Polic, el es el vicepresidente de esta firma bancaria. 
Quedé sorprendido al ver que el tipo que estaba sentado y se ponía de pie para saludarme con una sonrisa muy relajada y afable era el mismo al que  había conocido el día antes en la playa. Era un tipo bien parecido de alrededor de unos  30 años o algo más con el cual habíamos tenido un breve intercambio de palabras  y que  habíamos interrumpido cuando había aparecido Jaime quien casi jalándome del brazo me  había alejado de su compañía.
-Señorita Alejandra, Nos volvemos  a encontrar No sabe el gusto que  me da que esto haya sucedido.- Me dijo Franco.- Veo que esta muy sorprendida.
Solo atiné  a extender la mano para saludarlo y emitiendo un tímido saludo de palabra.
- Veo que  ya se conocen- Dijo mi jefe.
- Si ayer tuvimos el gusto- dijo el, a tiempo que  me acomodaba una silla para que  me sentara.
Eso era lo otro que  me encantaba de esta nueva vida; la atención que  la mayoría de las personas  tenían hacia mí ese trato tan gentil de los hombres  me hacía sentir una  cuota de sensualidad que  sentía brotar del interior de  mi ser. En muchas  ocasiones quizás debido a  la poca costumbre de sentirme así creo haber sentido humedecerse mi tanguita en situaciones como estas. Como lo que me había ocurrido unos  días  atrás en que conducía el automovil de mi padre y  sin darme cuenta caí aun hoyo que  había en un puente en mal estado por lo que  la rueda trasera quedo en el aire y por mas que  le aceleraba el carro  para salir de aquel lugar la rueda giraba sin tocar el piso para dar el impulso necesario para salir. En cuestión de un minuto habían unos cuantos vehículos atrás que tocaban la bocina porque  yo les obstruía el paso en esa  dirección.  Descendí del vehiculo nervioso e incomodo a  raiz  del problema en que  me veía envuelto a  sabiendas que  me encontraría con las  miradas acusadoras por mi poca pericia para conducir por parte de los  curiosos del lugar.  Tan pronto vieron mi estupenda figura femenina vestida con aquella minifalda vaquera que llevaba puesta. Se bajaron de sus vehículos para ayudarme tratándome con una amabilidad que  me  hacía sentir una verdadera diosa, liberándome de toda culpa por lo ocurrido.
-No se preocupe  mi amor que  la sacaremos en unos segundos.- Me decían.
Pensé  en esos instantes  que  de haber sido el  hombre que era, la situación hubiese sido  totalmente distinta.
-Que  te pasa Alejandra- Estas distraída ¿Qué te pasa hoy? –Me dijo mi jefe.
Fueron las palabras que  me interrumpieron aquel recuerdo de hacía unos días  atrás. Me senté  acomodando mis piernas cruzadas mientras notaba la mirada hacia ellas disimuladas de parte de mi jefe y no tanto por parte de Franco que se acomodó en un sillón a mi lado.
- Franco, se lo dices tu o se lo digo yo- dijo mi jefe.
- ¿De que se trata?  Me  estan poniendo nerviosa.
- Alejandra - me dijo Franco girándose y mirándome  a los ojos.- ¿ Estarías  dispuesta  a irte a  la capital y trabajar en un car

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