lunes, 29 de septiembre de 2014

METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER CAPITULO 21



QUE ESTOY SINTIENDO.


El primer día en como había de suponer fui “presentado” a todo el personal sección por sección guiado o guiada siempre por Franco que me daba a conocer como la más importante adquisición para su empresa bancaria y de lo brillante que yo era, para el manejo de mercado en lo que a su negocio se refería.
Debía vestir como una ejecutiva. No tenía mucha ropa elegante de ese tipo. En el año que llevaba trabajado en la sucursal serenense, vestía el típico uniforme de ejecutiva bancaria que otorgaba la empresa. Ahora que pertenecía a la plana mayor de gerencia, Franco me había advertido que debía vestir de una forma diferente acorde a lo que mi nuevo cargo lo ameritaba, en las principales oficinas capitalinas.
En mi primera jornada laboral,luego de las presentaciones de rigor el mismo Franco, me llevó a las mas importantes tiendas del Barrio alto para que escogiera y me probara las tenidas que yo eligiera. Mientras él, sin dudar, pasaba sus tarjetas Red Bank, ya que él decía; estaban a mi disposición, que eso también era parte de los privilegios mi nuevo contrato.
Una vez que había terminado de elegir unas 10 finas tenidas de ejecutiva Franco se detuvo con la mirada fija en un conjunto de ropa interior de color negro. Luego dirigió sus ojos hacia mi figura y sin dudarlo le dijo a la vendedora.
- La señorita quiere esto también- Mientras señalaba al coqueto y elegante conjunto.
- Franco- le dije avergonzado. Nunca me hubiese imaginado estar en la situación de que otro hombre me regalara lencería femenina. Pero que mas daba Yo ahora era una mujer y que al parecer atraía en demasía a ese importante hombre de negocios heredero de una de las más importantes fortunas de mi país- ¿No crees que esto es demasiado?
- No lo es para mi. Nada es demasiado tratándose de ti.- Me dijo con una mirada seductora y susurrándomelo al oído.
Dichas palabras me hicieron estremecer. Una vez más sentía esas vibraciones en mi cuerpo de mujer de la cuales no acostumbraba aún a tener que convivir con ellas; como despertando un deseo incontenible en mi ser. Eso que Franco solía provocar en mí y que yo no calzaba entender. Me decía a mi mismo que no podía ni debía sentir ese tipo de cosas porque quizás tarde o temprano volvería a mi cuerpo de hombre y seguiría mi vida normal como la había llevado por más de 24 años como un tipo de bajo perfil aunque profesional pero no con el éxito laboral que mi nuevo cuerpo de mujer con el cual ahora deambulaba me había dado.
Observé a la vendedora como minuciosamente envolvía la ropita intima elegida para mí luego de habérmela enseñado sobre el mostrador. Mientras, trataba de evitar los ojos encendidos de Franco que según mi experiencia de hombre de seguro se imaginaba como me lucirían puestas en este magnifico cuerpo que ahora por alguna razón misteriosa, yo poseía.
Mientras Franco terminaba de finiquitar la compra, yo trataba de evitar las miradas de todos los que se encontraban allí, que para fortuna por ser una tienda exclusiva, éramos pocos los clientes que estábamos en aquel lugar. Respiré con alivio cuando al fin abandonamos la tienda comercial.
Franco me acompañó hasta la entrada del edificio en que estaba el departamento que la empresa había alquilado para mí.
-¿Quieres que te acompañe para ayudarte con las bolsas de las compras? -Me había dicho.
-No, gracias. No quiero que te tomes tantas molestias. Ya me has hecho suficientes atenciones y no quiero parecer una aprovechada.
La verdad creía sentirme así. Me hacía sentir como la típica arpía trepadora que se estaba aprovechando de sus encantos de mujer que ni siquiera sabía de donde los había obtenido para abrirme camino con una facilidad inexplicable en mi prometedora carrera profesional.
Cuando pasaba cargada de paquetes por la conserjería de mi departamento un par de bolsas se me cayeron al suelo. La poca fuerza que tenía ahora, más la no costumbre de llevar cartera me hacían sentir torpe en cada uno de mis movimientos incomodos con la carga que llevaba a cuestas.
Me agache a recoger las bolsas. El conserje ya había corrido para prestarme ayuda. Mientras el también se arrodillaba en el piso para colaborarme, pude darme cuenta como su mirada se dirigía, aunque creo que en forma espontánea, hacia entre mis piernas. En la posición en que me encontraba seguro debería estar enseñándole mucho más que las piernas. Tantos años en mi cuerpo de hombre aun no me acostumbraba a agacharme como una señorita. Las junte rápidamente mientras sentí que Don Manuel se había dado cuenta de la vergüenza que me había hecho sentir. Aunque debo confesar que más bien sentí un deleite de saber que provocaba morbo entre los hombres.
Una vez sola en mi habitación me desnudé para irme a la ducha. Me contemplaba en el espejo como de costumbre aun no pudiendo asimilar que estas cosas estuviesen sucediendo . Me costaba creer que aquella preciosidad reflejada en el espejo, fuera yo. Que esta belleza de mujer que enfundaba mi ser, pudiera estar consiguiendo tantas cosas en un lapsus de tiempo tan breve. Llevaba algo menos de dos meses y ya estaba instalado en el holding de las empresas bancarias más importantes del país.
Dirigí mi mirada hacia las bolsas de las compras que yacían sobre la cama y me despertó la curiosidad de probármelas. Esto era lo que más me encantaba de ser mujer. El tener la fortuna de usar todas esas prendas que hacían lucir a las mujeres de una forma tal que despertaba el morbo en nosotros los hombres. Pero que tonteras se me ocurrían, hacía rato que yo ya había dejado de serlo. Ahora era legalmente una mujer. Y no tan solo legalmente, si no también lo era biológicamente, porque era capaz hasta de menstruar y precisamente eso era lo más desagradable que debía asumir después de aquella extraña metamorfosis.
Tomé la elegante bolsita que contenía la fina ropa interior que Franco había escogido para mí y sentí el morbo de palparla en mi piel. Aun no lograba superar aquello. Cada vez que me contemplaba en el espejo como lo hacía ahora con aquellas coquetas y diminutas prendas íntimas sentía un morbo doble. Era como si estuviera en mi cuerpo de hombre y contemplara a una mujer semidesnuda despertándome el líbido masculino. Pero lo único que sentía era ese cosquilleo en mi sexo que ahora era una vajina, que se humedecía al igual que con las miradas penetrantes de Franco.
Deslicé mis dedos por entre el pequeño calzoncito y palpé los cortitos vellos púbicos que debían decorar maravillosamente mi ahora zona intima de mujer. Las ganas de sentir algo más placentero se acrecentaron y un dedo exploró el interior de la rajita que se calentaba en la humedad candente de mis fetiches. Lancé un gemido de placer al sentir ese gustito exquisito mucho más agradable al que disfrutaba al masturbarme como hombre. Al contemplarme en el espejo y ver mi anatomía de mujer hacía que todo fuera mucho pero mucho más excitante.
El sonido del timbre de mi puerta interrumpió ese mágico momento de morbosidad en el cual me había compenetrado plácidamente entregándome a los bajos instintos de la masturbación femenina.
Me puse la bata q rápidamente cubriéndome la tenidita de regalo y ví por el visor de la puerta a Franco.
-Franco ¿Qué haces tu aquí?- Le dije una vez abierto la puerta.
Estiró su mano que contenía mi teléfono celular.
-Se te quedó esto.
-Gracias_ le dije.
-¿Estás bien. Tienes el rostro colorado?. Estas como agitada.
-No, estoy bien. Creo que me duche con agua caliente. Eso me hizo ponerme así.
-Está bien. Está bien. No quiero incomodarte, Alejandrita- Dijo sonriendo, como si estuviese adivinando el causal de mi estado.
Para demostrarle que todo estaba bien y que no pensara cosas morbosas de mi le invité a pasar. El aceptó feliz.

Me miró de los pies a la cabeza y pude imaginarme que el quería adivinar si yo traía puesto el conjunto que me había regalado.
-Estás muy pero muy linda. Me gusta como luces en la intimidad.
Volví a sentir ese cosquilleo en todo mi ser. Franco era diferente al menos para mi lo era. Fácilmente podía crear en mi, sensaciones indescriptibles que yo, en este cuerpo de mujer no podía evitar, ni mucho menos llegar a entender en plenitud lo que lograba seducirme. Era presa fácil y sabía bien que no era por una reacción de hormonas locas que se revolucionaban como era costumbre en las mujeres ante los roces con un hombre atractivo. Aquí había algo más intenso quizás hasta misterioso. Pero me gustaba. Me gustaba este nuevo misterio que me hacía presa de un algo que era nuevo; así como lo era también, esta nueva vida de mujer después de mi inexplicable metamorfosis.
-No sé que ofrecerte para beber- le dije tratando de hacer distendido el ambiente y evitar que por mi mente afloraran todas esas ideas morbosas . Las mismas que quizás también invadían la mente de él. Eso era precisamente lo que más me incomoda.
El se puso de pie y se dirigió aun frigo bar que yo jamás me había dado cuenta que existía.
- Aquí tienes licor sour, wisky, ron, y muchos otros. Pero por hoy yo paso- me dijo abriendo la puerta del contenedor.
- Yo también- Le dije- Pero te ofrezco un té.
- Esta bien. No soy adicto el té, pero si es por disfrutarlo en tu ompañía lo acepto.
Una vez que nos sentamos a beber el cálido brebaje. Noté que él no podía evitar contemplarme las piernas que aparecían por entre la bata abierta que ocultaban su regalo.
-Un taxi estará dispuesto para ti por hasta que te compres un automovil.
-No creo que sea capaz de conducir aquí en la capital.- Le dije.
-Lo harás, pero si prefieres seguir ocupando taxi lo entenderé. Prefiero que sea así antes que te suceda algo. Me moriría si te pasara algo malo.
-Franco.¿Por qué me dices todas estas cosas?
-¿No te has dado cuenta?
No sabía que decir su mirada, su voz todo me cautivaba. Al estar a su lado al hablar con él, era como si yo toda la vida hubiese sido mujer . Con él se borraba completamente mi pasado varonil. Me hacía sentir una mujer en toda mis dimensión y esto iba más allá del placer si no de la conciencia y seguridad misma en mi interior.
Me tomó de la mano y yo como hipnotizado le seguí hacia el ventanal del edificio y vi como las luces de la capital al caer la noche se encendían saludando a este mágico momento que estaba viviendo.
-Alejandra- me dijo mirándome con esa mirada penetrante y seductora.
-Franco, yo… no sé que decir.
Sentí sus manos rodear mi cintura a tiempo que sus labios se apoderaban de los míos. Fue un momento de magia de mariposas de pájaros de hadas, una poesía escrita con sus labios que derrotaban cada impedimento de evitar que mis sentimientos varoniles quisieran permanecer aun en mi ser. De verdad, estaba sintiéndome toda una mujer enamorada. Sus labios amasaban hábilmente los míos mientras su lengua saludaba con delicadeza la mía en un va y ven glorioso lleno de un ritmo romántico en que parecía escucharse una música natural que brindaba ese concierto de dulzura que espontáneamente nos regalábamos el uno al otro.
Cuando el beso concluyó. Ambos quedamos en estado de un shock inexplicable. No supimos decir nada. Si pude notar la erección descomunal de Franco que muy incómodamente trataba de disimular el momento que estaba viviendo. Yo por mi parte estaba en la misma situación, sentía como unos fluidos incontrolables emanaban de mi mojada conchita. Parecía difícil de entender como un simple beso nos podía causar todo ese tipo de sensaciones. Por mi parte esto que estaba sintiendo era algo más intenso que la excitación que estaba viviendo.
Al fin Franco habló.
-Es mejor que me vaya.
Sentí miedo quizás todo lo que acaba de ocurrir echaría a perder todo lo cimentado hasta ahora. Franco podría pensar que era una “patudez” de mi parte dejar besarme de esa forma y podría desistir de que yo fuera su asistente a raíz del tímido desliz que acaba de ocurrir.
Cuando abandonó el departamento me dejé caer en la cama.Debo confesar que fue casi imposible conciliar el sueño hasta bastante horas entrada la madrugada. Ni siquiera llamé a mis padres para evitar contarles sobre los pormenores de mi trabajo. Después de todo no sabía, ¿Cómo sería la reacción de Franco al día siguiente?

Continuará

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